domingo, 22 de agosto de 2010

Despedidas

De un tiempo a esta parte me llené de despedidas. Familiares, amigos, hermanos, enamorados. Por suerte han sido sólo pasajeras, pero no dejan de costarme, me producen stress. Horas o minutos antes se pone más cabrona la cosa, me lleno de angustia.
La primera fue con la decisión de mi mamá de irse a la madre patria, dos meses se volvieron dos años, sus idas y venidas me desestabilizaron; yo no era precisamente una nena, pero justo dejaba la poca rebeldía de mi adolescencia y necesitaba sus consejos y charlas, en medio de tanto mareo provocado por el ingreso a la adultez.
Luego, la primera gran despedida de un enamorado, 3 meses duró la misma, justo lo que la relación, y por esa razón su intensidad.
Paralelamente “el gran destete, gran” de mi familia, abrazada y con lágrimas que saltaban disparadas a los cuatro puntos cardinales, mientras caminaba por el largo pasillo rumbo a embarcar sola, hacia el otro lado del pacifico.
En este mismo viaje comprendí aún más el hecho de disfrutar del día a día, de los pequeños e intensos momentos con gente que se iba cruzando, y a la cual iba a tener que despedir, inevitablemente. Algunos para nunca más volver a ver, o talvez sí, pero no de la misma manera.
Puedo recordar a E. y su paraguas mientras me despedía de la terminal de Auckland; a F. y J. saliendo a toda velocidad de la base de Waiouru; a P. preocupado al dejarme llorando en el inmenso aeropuerto de Bangkok; a M. bajándose del auto, para con un abrazo imborrable repetirme que no mire atrás.
Con mi decisión de mudarme a Capital, era un hecho que las despedidas se iban a multiplicar. El despegue de mis padres, hermanos, amigas, mi cama, el verde de mi patio, y hasta de mis perros, parecen arrancarme un poco de cuajo con cada vuelta. He probado desdramatizar la cuestión, sin mucho éxito. Mis amigas más experimentadas me consuelan diciendo que con el tiempo se supera.
Las dos últimos adiós: a mi hermano N. (en una calurosa tarde de domingo y con una vuelta deprimente y eterna desde Ezeiza) y hoy mi hermana M. y su novio (en otro día de domingo, pero con un divertido almuerzo y abrazos en plena Avda. Pueyrredón)
Pasó y no fue tan grave, definitivamente el tiempo lo supera.
“Au revoir” una vez más a mi gente, pronto nos volveremos a reencontrar.

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